PROTECCIÓN NO HAY MAS QUE UNA.

El sistema de protección de los niños, niñas y adolescentes (NNAs) declarados en situación de desamparo, por una situación de maltrato grave en su entorno familiar, dispone de dos modalidades de acogimiento: residencial y familiar.

El acogimiento residencial, a su vez, tiene distintas tipologías en función de las características y de las necesidades de los NNAs. En Catalunya, por ejemplo, existen centros de acogida, centros residenciales de acción educativa (CRAE) y l centros residenciales de educación intensiva (CREI).

El acogimiento familiar tiene también distintas tipologías : de urgencia, temporal, permanente, pre-adoptivo y especializado.

A menudo, los NNAs son adscritos a una de estas tipologías, que funcionan como compartimentos estancos, pudiendo pasar de unos a otros sin solución de continuidad varias veces a lo largo del tiempo que están en el sistema.

Estas situaciones conllevan dificultades emocionales para los NNAs, asociadas a la pérdida de referentes con los que habían establecido vínculos afectivos de especial relevancia (familia de acogida, educadores) y a otras pérdidas consideradas menores (compañeros, trabajadores de los centros, actividades, espacios etc.), pero que pueden tener una importancia significativa para ellos y ellas y que a menudo es ignorada por los profesionales que les atienden. Hay que tener en cuenta que tales pérdidas se suman a las pérdidas asociadas al propio desamparo (no todo era contraproducente o era experimentado como tal).

Si estas experiencias de abandono y de pérdida se dan en edades tempranas, impidiendo el establecimiento de vínculos de apego estables, comprometen aún más el desarrollo saludable de su personalidad.

La adaptación de las medidas de protección a las necesidades particulares de cada NNA tutelado es fundamental para cubrir sus necesidades de forma integral. Sin embargo, la rigidez de los limites administrativos entre los distintos recursos, que se traduce en una asignación delimitada de las funciones de sus respectivos profesionales, provoca una situación contraria: son los NNAs los que tienen que recoger bártulos, decir adiós y mudarse al nuevo recurso que haya determinado la entidad competente. En pocas palabras: adaptarse, aunque duela.

Los recursos se pueden compartir y los profesionales, como referentes que son de los NNAs, pueden participar en el desarrollo de los objetivos de unos y otros, entendiendo que PROTECCIÓN NO HAY MÁS QUE UNA.

Alberto Rodríguez, en el artículo “EL TRABAJO CONJUNTO ENTRE ACOGIMIENTO FAMILIAR Y RESIDENCIAL: PRIMEROS PASOS.» ,que aparece hoy publicado en el blog de Renovando desde dentro , apuesta, desde su experiencia, por esta continuidad entre los recursos en el abordaje de la problemática de los adolescentes tutelados con trastornos psicológicos graves.

Quiero remarcar aquí la importancia que el autor da a la intervención temprana en los casos de riesgo moderado para prevenir o reducir la gravedad de estos casos. En ella podrían estar también implicadas las familias de acogida. Se necesita que entre las familias de acogida y en sus asociaciones se hable de cultura del acogimiento en sentido amplio, que incluya la acogida de realidades familiares (madres y algunos padres) que, por falta de una red social de apoyo efectivo, se ven abocadas a desatender necesidades básicas de sus hijos e hijas. Al mismo tiempo, se necesitan propuestas, en este sentido, por parte de los equipos de atención a la infancia y a la adolescencia.